A las víctimas de trata de personas
Primero desapareció una chica. Nadie dijo nada. Luego, desapareció otra. Nadie nada. Y otra y otra y nada y nada.
Y un buen día desapareció otra más. En principio, otro caso de violencia sexual, de esclavitud, de hijos de puta lucrando con aquello que no está en el comercio. Pero la gente está vez reaccionó. El cansancio y la bronca finalmente lograron movilizar al mundo, lograron despejar la niebla del egocentrismo, las brumas de la abulia.
Y entonces la gente comenzó a buscar, a exigir, a tocar puertas, a incendiar prostíbulos, a escupir a los que por acción u omisión permitían el infierno en la tierra. Nadie dejó de hacerlo, el país se paró y, poco a poco, los resultados se hicieron realidad, y las chicas desaparecidas volvieron a la vida que nunca deberían haber dejado y los hijos de puta vivieron en carne propia la humillación, la vergüenza, y sintieron el olor podrido de sus almas. El mundo, entonces, fue un poco mejor.
¿Utopía?
El Hombre es el único animal capaz de hacerla realidad. Y de vivir con ello…
3 comentarios:
Pucha... son demasiadas utopias, no? Algún dios de por ahí anunció que llegaría el día que las utopias superarian las realidades (vividas y) por vivir
Un fierro bien caliente en el ano de todos los hijos de putas que teniendo el poder no hacen nada para evitar la trata de personas. Desde el/la que está más arriba, hasta el/la último/a cana que sabe y mira para el otro lado.
Y, también, por supuesto, para los clientes. Porque sin clientes no hay necesidad de prostíbulos...
Saludos
J.
ni hablar, coincido...hay veces que me digo: que mundo de mierda que estamos haciendo...un gusto verlos por acá...
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