lunes, 16 de marzo de 2009

Macrocosmos III


 

 Es la Realidad un puente borracho, un juego de Dioses de cristal, mi pasaje hacia mundos imposibles o tuertos, toscos como desiertos, atmósferas prohibidas saturadas de polvo venenoso; o jardines exquisitos donde Platón continúa emborrachándose junto a Eros, Afrodita y al Demiurgo; donde se fuman las nubes y se queman los códigos de antaño, donde los bosques son fiestas verdes (un roble toca el corno y un ciprés deleita con su flauta) y el mar es una sabana suave que tapa Tritones que sueñan con política y muros ridículos. Sé que vi estos mundos pero no por la intervención de algún polvo raro; los vi acá, en este orden de cosas, cuando el Caos se entretiene en mover los átomos y la oscuridad devela formas que no son formas, que son fondos o mejor ventanas puertas, atisbos de realidades mucho más sutiles y sublimes. Porque no estamos solos. Desde siempre Dios estuvo acá jugando a las escondidas(a veces se pone una máscara roja que tiene unos cuernos como torres derruidas) o moviendo piezas en el gran tablero del mundo (léase Universo: planetas galaxias asteroides razas singularidades vacío polvo estelar anillos lunas soles naves cielos auroras guerras). Dios es un gran jugador, y un torpe soñador. Mientras crea se duerme y a veces sus sueños son mundos certeros, palpables, mundos que respiran y que parecen nacer de explosiones cósmicas inexplicables pero que en verdad nacen de sueños efímeros y erráticos. Los habitantes de esos mundos, ignorantes como lo son los seres hechos de ilusión, creen en dioses y en destinos y en oráculos, y por eso queman incienso y van a la guerra y gritan a los cielos cuando están por irse a dormir (ellos cuando sueñan también son dioses) y piden perdón y mueren con un temor que es como un abismo. Pero al final la realidad es que no hay realidad, la verdad: no hay verdad. Porque podemos ser reales o no, pero no importa; podemos ser un sueño dentro de un sueño dentro de un sueño dentro de un pensamiento dentro de la cabeza de un habitante de un mundo donde las gárgolas van al baño y los Ángeles se ensucian las alas. No importa. Me gusta soñar, pienso que estoy creando un mundo perfecto (¡Qué brillantes las ciudades y los campos y la gente y los cielos y los dioses!) y no necesito ningún polvo raro para olerlo para tocarlo para degustarlo para oírlo para verlo para pensarlo…  

martes, 3 de marzo de 2009

Mitologías III


III
Los dioses están ahí, en las estrellas. Sus palacios hechos de luz son más hermosos que cualquier cosa. Y desde allí juegan. Juegan con los mortales. Las casas de las razas finitas son los planetas de roca-y algún que otro planeta gaseoso-. Los Eelöi(las razas finitas) viven su existencia tratando de entender el juego de sus amos. Pero nunca podrán entenderlo. Por eso es tan difícil la vida mortal. Por eso las razas inteligentes solo esperan que su existencia sea corta, para así poder emigrar al Más Allá, hacia el último universo, donde el placer es la única realidad. De allí que la guerra sea una constante entre los Eelöi… 

VII
El primer rey humano se llamó Hes, y era hijo de Ann y Her. Su reino se levantó en medio de Pangea, cerca de la tierra de desiertos. Era una zona fértil y de frondosos bosques, atravesada por un río que moría en el mar oriental. Este reino comenzó a crecer y pronto tuvo mil habitantes. Era próspero y pacífico, ya que los humanos todavía no conocían el odio. Un día Hes decidió desposar a la hija del rey de los Elfos (raza semidivina hecha de luz) llamada Hilönna. Todo estuvo bien, por un tiempo. Las dos razas convivieron en paz y juntos fueron descubriendo la tierra que los contenía. Exploraron los mares, las tierras de desiertos, los altos bosques de Gardd y descubrieron nuevas razas para comerciar. Pero en el día 300.000 después de la Creación, Dërium no pudo contenerse más. Quiso ser lo que tenía que ser, quiso cumplir la voluntad de Aquel que Ordena. Y sembró el odio entre las razas. Ese día Hilönna sintió un deseo enfermizo por un Silfo (ser mitad humano mitad elfo) y consumó su crimen en los mismísimos bosques del palacio real. Hes los vio y ordenó que los asesinasen de una manera horrible (el silfo fue arrojado del Monte Lär y a Hilönna la tiraron a los Duendes Hormigas). Ambas razas (elfos y silfos) pidieron explicaciones pero el rey humano no las dio (se veía la lengua de Dërium detrás de todo aquello). Y entonces el día 300.010 comenzó la primera guerra que sacudió los cimientos del planeta Tierra… 

XXX
…y avanzan los árboles
Quieren saber el color de la sangre humana,
Quieren probar el sabor del cerebro del Hombre.
Por primera vez, el metal habla.
Por primera vez, la magia asesina.
Rodean la ciudad los ejércitos de oro de Silfos y Elfos y Enanos y Silvanos y Ninfas y Centauros.
Sostienen su mundo de metal y madera, su ciudad divina, Humanos y Sátiros y Ángeles y Ogros y Faunos y Ejeridës y Príapos y Fiöllos.
Se odian las razas con fuego y acero.
Se odian y Dërium ríe con una carcajada de trueno…

                                                                 (La Hesiada, canto II, edición de Zer, 2009 D.L.C.)


Sonidos (hay mucho para escuchar)

Paraiso Perdido

Paraiso Perdido