publicado en : Químicamente impuro
martes, 12 de abril de 2011
La nave
La nave había estado acariciando el espacio por mucho tiempo. De la Tierra apenas recordaba algo porque sus pasajeros humanos habían muerto décadas atrás. O habían desaparecido. El espacio tiene esa virtud: todo lo que toca lo consume y no deja ningún rastro. Pero la nave seguía y seguía, imperturbable, orgullosa de su aparente invulnerabilidad. Había entrado en un sistema tan alejado de la Tierra que todo aquello parecía una escena soñada. No estaba sola. Orbitando el quinto planeta descansaban una serie de naves de extraño diseño. Cuando percibieron su presencia, intentaron entrar en contacto, mandando señales de radio básicas. Ella, orgullosa, no respondió; más bien, su respuesta fue una secuencia letal de rayos tritios, que evaporaron las naves en segundos. Después de todo, eso le habían enseñado sus amos anteriores: primero dispara, luego pregunta. Sonríe: aún hoy, sus sueños son poblados por humanos…
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2 comentarios:
La plaga se extiende por el universo por conocer... Somos letales incluso después de muertos (¿o era ''sobretodo después de muertos''?, no lo recuerdo).
Saludos
J.
Me gustó muchísimo.
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