La droga era muy buena, muy potente, muy capacitada para borrar al mundo y a sus complicadas reglas. Y cuando volvió en si, otra vez el puerto sucio, la casilla, el mate y la pava (¿sería posible que el viejo fuera un ser etéreo de verdad, o acaso lo había drogado con el verde de la infusión o con el sahumerio que gritaba humo blanco en la otra habitación?); todo, todo tal cual lo había dejado, ni una imperfección de más, ni un error de menos. Lo que faltaba, eso si, era el viejo, un detalle no menor. El muy turro lo drogó, abusó de su confianza y, vaya a saber por qué, lo dejó solo como un boludo.
La casilla comenzó a pesar, con el peso de varias atmósferas, con el ardor de la asfixia. Debe ser el efecto que le sigue al después del narcótico, pensó y el miedo —ese miedo a perderse, ese temor bien lógico de extraviarse en el Parque Chas de la irrealidad, en esas calles donde el caos todavía pinta el asfalto— se apoderó de su cuerpo. Atinó a correr, antes de que las piernas lo abandonasen. Salió como una bala de cañón al hedor del puerto. Afuera, sin embargo, lo esperaban unos sujetos. El miedo explotó como un Big-Bang: eran los Buenos Muchachos, la barra brava de Deportivo Cronópolis, y, como es de esperar, tenían deudas pendientes con él…
Para el resto de la historia:
4 comentarios:
¿Cómo te enteraste de los de la revista MiNatura? No se lo había dicho a nadie...
¿También la recibís por mail o participas en ella? Porque la verdad es que me parece muy larga y sólo la ojeo, aunque tengo muchos números de la revista en mi disco rígido...
Saludos
J.
Ja, ja! fijate que en el último numero estoy también con un pequeño texto...
Pero la verdad, tu comic, excelente!!!
vaya que interesante texto.
A su disposición, Almirante (http://revistadeacaydealla.blogspot.com/).
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